Una breve semblanza

Existen tres aspectos sobresalientes, que representan su gran contribución histórica, que lo acreditan como uno de los mexicanos más ilustres del último cuarto del siglo XX: 1) la creación de el INFONAVIT; 2) la contribución a la supervivencia de la Banca mexicana en el momento posterior a la nacionalización bancaria y, 3) su defensa de los intereses del país ante una difícil negociación de la deuda con el gobierno norteamericano. Todos ellos tienen vigencia y validez para el presente.

Ahondando un poco, en primer lugar, su papel en la formación del INFONAVIT, una de las grandes Instituciones, creada en el siglo XX por el Estado Mexicano gracias a la cual ahora, un mexicano de cada 10 tiene casa.

Durante su gestión al frente de la Secretaría de Hacienda de inicios de 1982 a junio de 1986, tuvo que librar dos grandes batallas: en el frente interno, la defensa de nuestra economía y de la banca; en el externo, la de la deuda y el sistema financiero internacional. Enfrentó las consecuencias de la nacionalización de la Banca y dió la primera lucha con el Presidente López Portillo para poner al frente de los bancos a los mejores financieros del sector público: Carrillo Flores, Ortiz Mena, Fernández Hurtado y David Ibarra. Así mismo, manejo impecablemente el difícil proceso de indemnización de los banqueros expropiados. La confianza que inspiraba al frente de Hacienda contribuyó a superar la difícil transición de cambio de gobierno (de septiembre a diciembre de 1982), que suscita analogías con el momento actual. Ya iniciado el gobierno del Presidente De la Madrid, una tarea fundamental de la Secretaría de Hacienda fue administrar bien las instituciones financieras nacionalizadas, lo cual se logró tan bien, que se vendieron a un gran precio; racionalizar su estructura, reconociendo la autonomía de gestión de sus directores y, sobre todo, apoyar eficazmente la recuperación de la planta productiva. Con ello demostró que la administración pública puede ser tan competente y honesta, como la privada.

Por esos momentos, México detona la severa crisis mundial de la deuda con el anuncio, el “viernes negro” en agosto de 1982. A Silva- Herzog le correspondió, en medio de una gran turbulencia, el absoluto liderazgo para manejar el complejo proceso de renegociación, «navegar por aguas desconocidas», por distintas etapas, desde que era un problema de «caja», o de plazos y tasas de interés, hasta que se concluyó que había que dar soluciones de más fondo, que permitieron la recuperación del crecimiento. Tuvo que lidiar con muchos actores: gobiernos, bancos, el FMI. Fue siempre un negociador firme y confiable.

Se expresó siempre con realismo, fiel a sus ideas, leal hacia el Presidente y antepuso su responsabilidad como Secretario y ante el país a aspiraciones políticas.

Semblanza por Francisco Suárez